Era la primera vez que visitaba la nueva sede; múltiples razones lo mantuvieron alejado físicamente de la institución, de la que siempre estuvo atento en la distancia, compartiendo ese cuidado con su esposa Ana María, quien fuera su Directora hasta hace poco tiempo. Ese día había pasado por el Panteón Nacional y el Mausoleo del Libertador Simón Bolívar. En el Panteón se había detenido ante la tumba de Arístides Rojas; recordó entonces que en 1983 participó con entusiasmo de la iniciativa por llevarlo al Panteón Nacional. Luego, en la Sala Arístides Rojas del Museo de la Fundación John Boulton, aprobó la manera en que ese recinto recoge la impronta del importante sabio e investigador, médico de profesión y coleccionista, que asentó un punto de partida a las colecciones de objetos y documentos de la Fundación John Boulton. Recorrió una a una las salas del Museo, con gran emoción.
Su firma, segura y amplia, quedó estampada en el Libro de Visitantes y su visita en nuestro recuerdo.
