Margot Boulton de Bottome, una venezolana fuera de serie

En sus palabras, Margot Boulton Pietri nació en la casa familiar, entre las esquinas de Conde a Principal, un 8 de noviembre de 1906. Al abrir sus ojos, lo primero que vería fue la colección de antigüedades de su tío-abuelo Arístides Rojas, que fuera legada a su padre John Boulton Rojas y que permanecería en el patrimonio familiar hasta que, en 1950, se creó la Fundación John Boulton, institución que se encargaría en adelante de custodiarlos, preservarlos y divulgarlos.

Una mujer inquieta en un mundo regido por los hombres, descubrió tempranamente su vocación de servicio a la Nación. Sus peninos en la atención de personas necesitadas los tendría en la Cruz Roja, donde a los 17 años cursó estudios de enfermería; en sus palabras: “el uniforme de la Cruz Roja me despersonalizaba, mi nombre y apellido perdían toda importancia”.  También participó en agrupaciones benéficas y de aspiraciones cívicas. Es una de las pioneras en el trabajo por los derechos de la mujer.

 

Fueron muy frecuentes sus viajes a Europa, había guerra y existía la posibilidad de que Alemania atacara las costas de Venezuela para desconcentrar la producción de petróleo.  Al regreso de sus viajes, propuso al presidente Medina Angarita la creación de la Defensa Civil venezolana, ofrecimiento que el mandatario declinaría porque ya había puesto a la Guardia Nacional a proteger las costas venezolanas.

 

Entonces Margot se dedicó, con sus compañeras de travesía, Elvira Zuloaga e Ivonne González Rincón, a la creación del Centro de Información Cultural Venezolano Americano, concebido como una organización no gubernamental para el intercambio cultural y educativo entre los Estados Unidos de América y Venezuela, que fue inaugurado el 5 de Julio de 1941. Allí funcionó la primera tienda de artesanías del país, hubo exposiciones, conferencias, conciertos y recitales y mesas redondas sobre diversidad de temas.

 

Un periodo de vida en el país norteamericano, mientras su esposo servía en el Pacífico, la llevó a proponer y producir para la NBC (National Broadcasting Co.) un programa que informaba sobre el curso de la guerra a las mujeres latinoamericanas, en un conveniente  horario estelar, todos los lunes a las 7 de la noche.

 

Ya en Venezuela, en 1946 se involucra en el trabajo del Consejo Supremo Electoral como independiente; ella decía que ser independiente no necesariamente significaba ser apolítica; en eso tomaba distancia de la familia, en la que la norma era que “los Boulton no se meten en política” y era así desde que su bisabuelo, John Boulton Townley, ya retirado en Filadelfia, estableció que no habría participación de los encargados de la firma en asuntos de política, a partir del dramático episodio del asalto al Congreso Nacional, de 1848, que sorprende al Director de la Casa, José María Rojas, cuando también era el Vicepresidente de la Cámara Baja. Ese sentido de la responsabilidad con el país llevó a Margot Boulton a tomar parte de la Junta Distrital Electoral para organizar el voto de las mujeres venezolanas, que ejercían por primera vez ese derecho.

 

Para 1947 fue candidata a concejal por el Distrito Federal y seguía conservando su independencia; de hecho, fue la primea mujer independiente que públicamente tomaba parte en la política; desde ese Concejo Municipal, apoyó a muchísimas mujeres y familias que se acercaban diariamente buscando su ayuda para problemas específicos y se le comisionó la decoración del Salón de Sesiones. También realizó las gestiones ante la Alcaldía de Nueva York para la reubicación de la estatua de Bolívar en el Central Park.

 

Su amistad con Lucía de Delgado Chalbaud, la llevo a aconsejarla en la adjudicación de 10 casas para familias de más de 10 hijos en el recién fundado barrio Lídice, al oeste caraqueño. Igualmente, fue su compañía y apoyo en los difíciles momentos en que la Primera Dama apenas se enteraba del secuestro y muerte de su esposo, el general Carlos Delgado Chalbaud.

 

Como persona influyente para el voto femenino, Margot Boulton estuvo entre los organizadores de la Constituyente que redactó la Constitución de 1953, con el Frente Electoral Independiente (FEI), al que logró afiliar a 50 mil mujeres en tres meses, un esfuerzo sostenido, en sus propias palabras, por “convertir mujeres sin cultura política en ciudadanas combativas y disciplinadas”. Renuncia, una vez delegadas muchas de las funciones en colaboradoras, cuando empezaba a perfilarse Marcos Pérez Jiménez como futuro presidente del Congreso Constituyente.

 

En 1954 dirigió Intercambio, un grupo de damas que fomentaba intereses en común y amistad entre las mujeres venezolanas y norteamericanas. En el seno de Intercambio creó el premio “Amigo de Venezuela”, que se otorgaba anualmente a hombres y mujeres extranjeros que hubieran hecho aportes relevantes al país. Para esos años se dedica a la novedosa labor de Relacionista Público, tanto para clientes propios, como la casa Dior, que abría en Caracas la primera de sus tiendas en Latinoamérica, como con la empresa publicitaria ARS.

 

Su primo hermano, Arturo Uslar Pietri, se lanza en campaña para la Presidencia de la República en 1963 y Margot lo apoya en la Secretaría Femenina. Arturo no ganó la Presidencia, pero sí pudo llevar al Congreso a destacados profesionales y empresarios en un gobierno de amplia base. En ese momento, le ofrecen apoyar la misión venezolana en la Organización de Naciones Unidas ONU, con sede en New York, que estaba presidida por Carlos Sosa Rodríguez; ese tiempo lo utilizaría para conocer mejor la posición de la mujer en el panorama mundial, para lo cual pidió desempeñarse en la Comisión de Derechos Humanos. Conocido fue el impase que tuvo con el embajador de Arabia Saudita ante su público comentario sobre la segregación femenina en ese país.

 

También hacia 1963 hizo una campaña radiofónica para estimular el voto femenino en la provincia a través de Radio Rumbos. El programa, de media hora tres veces por semana, en horario estelar, se llamó “Avance Cívico Femenino”.

 

En 1967 organizó y presidió el primer Seminario para la Evaluación la Mujer en Venezuela, en el que hubo ecuanimidad en la convocatoria y se trató el tema con gran respeto de las diversas opiniones.

 

Entre sus diversas ocupaciones, fue miembro del Patronato Nacional de Alfabetización; Miembro del Ateneo de Caracas y de la Asociación Venezolana de Mujeres, de la que fue Presidente en dos ocasiones. Desempeño funciones como Coordinadora General de la Fundación Eugenio Mendoza, Segunda Vice-Presidente de la Junta Provivienda Popular; Miembro del Consejo de Administración de Juventudes Musicales de Venezuela. Fue fundadora del Comité de Enlace Democrático de las Américas y del Comité “Tractores para la Libertad”, que recababa fondos para obtener la liberación de presos de guerra; representó al país en diferentes oportunidades en la ONU (1964-65).

 

Le gustaba escribir; publicó cuentos, prosa y artículos de prensa en El Nacional; Ultimas Noticias, The Daily Journal y el Caracas Journal; escribió durante 13 años la columna «Apuntes informativos» para La Esfera. Publicó el libro Una Mujer de Dos Siglos y De mi Ciudad y mi tiempo; relatos. Instituyó el Premio «Dorothy Kamen Kaye», para escritoras de habla inglesa residentes en el país, y el Premio anual «Amigos de Venezuela». Fue distinguida con importantes premios y condecoraciones como la Orden Francisco de Miranda, la Orden Andrés Bello y la Orden Mérito al Trabajo en su Primera Clase. La empresa Pan American la incluyó en su lista, junto con otras dos mujeres, entre los «Nuevos Líderes de Venezuela»; fue proclamada en una oportunidad «La Mujer del Año» por la Unión de Mujeres. Fue notable y constante su interés por la Política del Buen Vecino, la reducción del analfabetismo, el voto de las mujeres, los comentarios a través de la radio, el trabajo social, todo esto además del trabajo de la Cruz Roja. Murió el 18 de octubre de 2003.

 

En sus memorias hay un episodio que nos lleva a esos primeros momentos en que decidió dedicarse al bienestar de los venezolanos y cómo mantuvo ese animo a lo largo de su vida:

 

“Yo recuerdo haberle rogado a mi padre, cuando tenía 17 años y antes del acontecimiento de la Cruz Roja, que me dejara trabajar en la Casa Boulton, a lo que mi padre, siempre cariñoso conmigo, respondió sonriente: ‘Margarita, las mujeres no tienen nada que hacer en la Casa Boulton’. Ante esa rotunda declaración que, desde luego no me satisfacía, le pregunté: ‘pero, ¿por qué no tienen nada qué hacer en la Casa Boulton? ’. La respuesta fue la esperada: ‘porque ese es el mundo de los negocios y a las mujeres no les interesan los negocios, ni tienen nada que ver con eso: así que las Boulton se casan, tienen hijos, llevan su vida de hogar y los hombres Boulton trabajan en la firma’. Esa era la tradición de la familia y así ha venido sucediendo hasta ahora. La Casa Boulton es una empresa familiar, con una tradición muy clara: los hombres a la empresa y las mujeres al hogar. Los tiempos han cambiado y yo me he dedicado a muchísimas cosas…”

Más adelante nos dice: “… Nunca quise ser del montón, siempre pensé ir adelante, hacer cosas nuevas, innovar”. Fue entonces Margot Boulton una mujer que salió del ambiente familiar, al que estaba destinada, y dio al país lo mejor de su desempeño, una vida cuyos logros reconocemos y disfrutamos hoy en día.

 

Recomendamos la lectura de sus memorias: BOULTON de BOTTOME, Margot: Una Mujer de Dos Siglos, Caracas, Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, Estudios, Monografías y Ensayos, 1992.

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